Se caracteriza por la presencia, en la mayoría de los ciclos menstruales, de una serie de síntomas como son: labilidad afectiva intensa; irritabilidad o enfado; estado de ánimo intensamente deprimido; síntomas depresivos como la disminución del interés por las actividades habituales o las dificultades de concentración; síntomas físicos como dolor o tumefacción mamaria.
Estos síntomas deben aparecer en la semana previa al inicio del ciclo menstrual e irse mitigando hasta su desaparición tras la menstruación. Se requiere, además, que los síntomas hayan estado presentes durante la mayoría de los ciclos del año previo, que provoquen una interferencia en la vida de la persona y un malestar clínicamente significativos, y que no puedan ser atribuidos a una afección médica o a los efectos de una droga o medicamento.
Debe ser valorado por un profesional, puesto que el autodiagnóstico suele ser habitualmente erróneo.
Es un trastorno depresivo cuya evaluación y tratamiento conlleva la identificación y modificación de los errores de la conducta y el pensamiento que han sido aprendidos a lo largo de la historia de la persona y que se estén manteniendo como un hábito y/o por las ganancias secundarias conscientes o no que la persona pueda estar recibiendo.