A menudo, muchas personas se plantean cambios en su vida tanto personal como profesional, pero ¿es posible? ¿somos capaces de cambiar? ¿depende de la edad y la experiencia? ¿existe una solidez inmodificable? ¿se puede cambiar para peor o para mejor? ¿estamos predestinados genéticamente a ser quiénes somos y actuar de esta manera?
Las respuestas a estas cuestiones dependen en gran medida de los aspectos a los que nos refiramos. ¿Podemos cambiar el color de pelo? Claro. ¿Podemos cambiar de ciudad? Sí. Sin embargo, ¿podemos transformar nuestra personalidad? ¿somos capaces de modificar nuestra conducta? ¿y nuestras emociones?
La vida es un continuo flujo entre la estabilidad y el cambio.
En lo que concierne a mi profesión, ¿podemos cambiar nuestro comportamiento, nuestras emociones y actitudes? ¿se puede mejorar?
Nuestra conducta está determinada genéticamente, sí, pero depende de más factores; el ambiente, la experiencia y el aprendizaje, influyen en la manifestación de nuestro temperamento y nuestras emociones a lo largo de la vida debido a que la plasticidad del cerebro persiste.
No somos inmutables, nuestro cerebro madura a través del aprendizaje y con él, nuestra capacidad emocional.
Buena parte, una importante, de este desarrollo lo crea nuestra experiencia durante la Infancia, una etapa vital, dónde tenemos la oportunidad para aprender las pautas emocionales que expresaremos durante el resto de nuestra vida, ya que después son muy difíciles de modificar, aunque no imposible.
Las nuevas experiencias implican nuevas conexiones sinápticas en los circuitos que regulan las emociones en el cerebro, por lo que pueden modificar el funcionamiento cerebral.
No obstante, no todas las regiones cerebrales se desarrollan al mismo tiempo, algunas como el sistema límbico, lo hace en la Adolescencia. En esta área, los lóbulos frontales se encargan del autocontrol, reacción y comprensión emocional. Por ejemplo, la regulación de los impulsos madura en esta etapa.
La importancia del entorno y la adecuada orientación en este período, son imprescindibles para crear estrategias emocionales que nos ayuden a poner en práctica la empatía y el autocontrol emocional.
Por esta razón, un contexto caracterizado por el abuso, la desprotección, la agresividad o la indiferencia, modelan negativamente los circuitos nerviosos relacionados con las emociones, produciendo consecuencias adversas en nuestro desarrollo vital.
Para concluir, aunque sí existe un período de tiempo dónde nuestras experiencias y aprendizajes tienen especial relevancia, podemos cambiar y aprender a lo largo de nuestra vida, un esfuerzo sostenido puede llegar a transformar los hábitos emocionales, reconfigurar nuestro cerebro y modelar las pautas emocionales. Depende de nosotros/as mismos/as que practiquemos un entrenamiento emocional para cambiar y mejorar.
Por María Q. S.